martes, 11 de diciembre de 2012

La liturgia de la camiseta

Desde el mismo momento en el que sonaba el despertador, nada en ese dia era normal. Todo era agitación. La agitación propia de un chaval de 8 años, asúmo desde la distancia, era día de derbi.
Desayuno, estampida a la calle y a los tres pasos, tres pases. Piedras, latas, bolsas de pipas... cualquier elemento era válido para ir calentando hasta la llegada a la parada del autobús. Primer incendio. Apertura de puertas, mirada alta y desafio constante a todo aquel que destilase colores sospechosos, aunque este se hubiese comido más bocadillos de nocilla en tu casa que uno mismo. Era obligación de club.

-Mañana a las 4 en mi casa con la Nes y Fritos pero hoy de momento segundo asalto, a las 12 en el patio.

 La salida al recreo era el epítome de lo que a los 8 años significa la presión, las habituales 4 paredes de gris hormigon se volvian 80.000 gargantas, el cemento un cesped inmaculado y todo el colegio San Jose se transformaba, en lo que tardaba en recorrer el patio, en la enormidad del Santiag Bernabeu, hasta la mismisima madre superiora parecía travestirse en una suerte de Andujar Oliver, con peor caracter si es posible.

El recuerdo de aquellos partidos es sin duda uno de los mejores recuerdos de mi infancia más temprana.

Con las rodillas peladas, algún pequeño moratón del Koeman de turno y un sin fín de puyas con los "rivales" avanzaba la tarde en proporción directa al nerviosismo, hasta las 9. Dos camisetas de blanco impoluto emergian como dos leviatanes del armario, la mia y la de mi padre. Reny Picot. Camiseta, bufanda y gorra. Solo se vestian en las grandes ocasiones, como una especie de armazón imperforable, indestructible invencible. Estaba listo para todo, podrián haberme lanzado al campo y hubiese corrido 90 minutos, levantado las porterias o tirado los graderios. En esos momentos no existia el NO, solo el cuando y el donde.

Lo cierto es que no recuerdo el resultado, era lo de menos, recuerdo el momento, el como, el por qué y el con quién. Esa camiseta me sigue acompañando. Más de una vez he pensado en enmarcarla , pero creo que tiene que seguir ahí, en el armario, un Leviatán dormido dispuesto a emerger solo en las grandes ocasiones, en las que necesito recordar que soy capaz de todo, recordar quien he sido y sigo siendo, recobrar la pasión... si con 8 años me sentía capaz de hacerle frente a un equipo entero, de qué no seré capaz ahora.
La he tenido que sacar hace poco y ha sido la mejor decisión de mi vida.

Gracias PAPA.


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